Investigadores argentinos acaban de publicar un trabajo que echa luz sobre la progresión de la enfermedad cardiovascular. Los resultados son clave para la puesta en práctica de políticas preventivas que se anticipen a la consumación de eventos cardíacos como los infartos. Las conclusiones sorprenden sobre todo en el grupo de adultos jóvenes y sanos.
El trabajo estuvo encabezado por los cardiólogos Fernando Botto y Sebastián Obregón, en el Hospital Universitario Austral. El universo estudiado fueron 5.775 pacientes presuntamente sanos, es decir, que no habían tenido evento cardíaco alguno al momento de realizar el estudio. Les midieron con ecodoppler el nivel de aterosclerosis en dos arterias: la carótida y la femoral.
“Las guías clínicas recomiendan la medición de la carga de placa arterial mediante ecografía vascular como modificador del riesgo en individuos con riesgo bajo o moderado sin enfermedad cardiovascular aterosclerótica conocida”, dice el texto publicado en la revista High Blood Pressure and Cardiovascular Prevention.
El trabajo, titulado “Prevalencia y carga de la aterosclerosis carotídea y femoral en personas sin enfermedad cardiovascular conocida en un gran hospital comunitario de América del Sur”, evaluó por edad y sexo la carga de aterosclerosis subclínica y su asociación con factores de riesgo en personas mayores de 30 años sin enfermedad cardiovascular declarada.
“Hallamos una prevalencia de entre el 15 y 20 por ciento de placa a partir de los 30 años”, cuenta Botto en diálogo con Clarín. El Hospital Austral es un centro de salud que atiende público de clase media, que tiene cobertura de salud por prepaga u obra social.
El 61 por ciento de los evaluados fueron varones, con una edad promedio de 51,3 años. Los resultados indican que la prevalencia de placa fue, en general, del 51 por ciento en las arterias carótidas, del 39,3 por ciento en las arterias femorales, del 62,4 por ciento en las arterias carótidas o femorales y del 37,6 por ciento en ninguna.
Comienza antes de los 40 años
“La prevalencia de placas mostró una tendencia creciente con la edad, siendo mayor en hombres que en mujeres y comenzando antes de los 40 años, tanto en la localización carotídea como femoral. También hubo una prevalencia creciente de placas según el número de factores de riesgo y, curiosamente, encontramos una alta prevalencia de placas en sujetos con 0 o 1 factores de riesgo clásicos (hipertensión, obesidad, diabetes)”, indican los investigadores en el trabajo.
Hallaron que la prevalencia de placa es mayor en hombres (se da alrededor de 8 años antes que en las mujeres) y que “comienza antes de la cuarta década de la vida y aumenta con la edad”. Agrega: “A pesar de una asociación significativa con los factores de riesgo clásicos, un número significativo de sujetos con factores de riesgo bajos fueron diagnosticados con placa de ateroma”.
Botto, actual jefe de Investigación Clínica del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires, (ICBA), explica por qué estos resultados son importantes: “El ecodoppler de las carótidas y femorales es pedido por los médicos para ver si hay una obstrucción severa, que termine en un stent o cirugía de la carótida. El informe típico suele decir que no se observan obstrucciones hemodinámicamente significativas. Y que en la bifurcación se observa un pequeño ateroma. Pero nuestro interés es observar los casos no severos para prevenir”.
De manera que, según Botto, estos estudios son valiosos para observar indicios en la salud actual del paciente que den la pauta de cómo puede llegar a estar esa persona con el paso de los años. “Si yo viera una placa de 3 milímetros cuadrados, y encuentro cuatro placas chiquitas similares, el tema es la suma de superficie en el campo de lo leve. Estos pacientes no tienen obstrucciones severas. Pero la clave es la prevención, la búsqueda obsesiva de esas plaquitas”.
El experto explica que “con el ecodoppler común se pierde la oportunidad de saber si alguien tiene poca o mucha carga de aterosclerosis. Esa carga se asocia en cinco o seis años de seguimiento a peor pronóstico. El tipo que tiene ‘más sarro en la cañería tiene más riesgo a futuro. Y hay estudios que lo correlacionan con mayor enfermedad coronaria. Lo importante es tratar de evitar el primer evento cardíaco”.
El cardiólogo subraya que hay pacientes “como el gordito fumador y sedentario de 50 años, que uno ya sabe que está en riesgo. A ese lo reto, seguramente tiene alta carga de placa. Es decir, por los puntajes clínicos se puede presumir que tiene aterosclerosis. Pero después está el super deportista de 35 años que no fuma, y ahí encontrás de todo. Sin factores de riego evidentes y aterosclerosis. Yo he visto chicas de 45 años, modelos, que tienen carótidas de una mujer de 85”.
Estilo de vida y genética
Por eso, Botto señala que gran parte de los desafíos están en mejorar el estilo de vida, pero que hay una parte importante genética. “El ecodoppler se transforma para cierta gente en un test genético. Es apasionante e increíble ver a profesores de educación física o personal trainers a los 35 años con plaquitas de colesterol. Por ahí son chiquitas. Pero a esa edad no te habla de un futuro lleno de rosas y claveles”.
Es más, el cardiólogo habla de la aterosclerosis como “una condición de la infancia”. Y recuerda que hay decenas de estadísticas, entre ellas las de soldados muertos en las guerras de Corea y Vietnam, jóvenes de 21 años, cuyas autopsias demostraron que uno de cada cuatro tenía un ateroma en las coronarias. Otros trabajos dan cuenta de que uno de cada 7 chicos del secundario ya tiene un ateroma coronario”.
Botto recuerda que en Argentina el infarto agudo en los hombres tiene una mediana de 59 años: “Eso quiere decir que antes de esa edad (entre los 40 y los 60 años) ya se produjo la mitad de los infartos. La clave es prevenirlos desde que los varones todavía se creen Ironman, cuando tienen entre 20 y 50 años y no van al cardiólogo. Sólo van si tienen un infarto o lo sufre algún amigo. La mortalidad por infartos es del 40 por ciento. Si lo quiero prevenir tengo que empezar a los 25 o 30 años, antes de lo que dicen las guías, que es a partir de los 40”.
Explica que “entre los 30 y 35 años un varón debería hacer una evaluación con examen físico, electrocardiograma, análisis de sangre, colesterol, perímetro de cintura y ver qué estilo de vida lleva. Si hay un factor de riesgo, aunque sea uno, recomiendo hacerle un doppler carotídeo femoral. La cantidad de infartos en los últimos años no cambió porque estamos enfocando mal el problema. Hay que empezar antes con la prevención. Y actuar en consecuencia, cambiando el estilo de vida o dando medicación cuando sea necesario”.