Estamos hablando de finales de la década de los 30, pero fue en 1812 cuando comenzaron a exportarse a Europa alimentos envasados en latas de hierro. De manera que los tomates enlatados han tenido mucho tiempo para ser consumidos, analizados y culpados de ser perjudiciales. Pero ¿qué hay de cierto en esas acusaciones? Lo revisamos a continuación.
Aunque ya hace varios años se estaba alertando acerca de una sustancia dañina presente en las latas donde se conservan alimentos, el bisfenol A, y muchos productos señalan en sus empaques no contenerla, un reciente estudio llevado a cabo en Alemania ha demostrado que de 20 variedades de tomates enlatados analizados, 18 contienen esta toxina en dosis superiores a las permitidas.
Pero qué tan grave puede ser esta sustancia y qué debemos hacer, nos lo explica la doctora Rossana De Jongh, médico especialista en nutrición clínica, quien asegura que el bisfenol A, es un producto usado en embalajes y resinas que ha permitido de alguna manera “mejorar”, así entre comillas, las técnicas de conservación de los alimentos: De hecho, en los enlatados se encontraría potencialmente en la capa que recubre la parte interna del envase para evitar que se oxide.
En Europa, está muy regulado, por lo menos en teoría, el uso de bisfenol A o BPA, porque se le adjudica el riesgo de ser perturbador del sistema endocrino, notablemente de las hormonas sexuales femeninas y masculinas. “En caso de una exposición de dosis importantes de BPA existiría un riesgo importante de infertilidad”, dice De Jongh.
Esta sustancia está, además, en plásticos que se destinan a la fabricación de contenedores de alimentos y biberones de los niños, y muchos estudios actuales se han orientado a analizar la exposición continua al BPA, es decir, personas que continuamente usaban envases que lo contienen, o que están en contacto frecuente con los tickets de cajas registradoras, o niños que usaron por largo tiempo alimentos con biberones fabricados con esta sustancia.
Según explica la doctora, la investigación reciente de Oko Test estudió la presencia de partículas muy reducidas, nanopartículas de BPA y sí se encontraron trazas de la sustancia en las latas de tomate, pero realmente no el problema no se trata del producto en sí, sino del envase.
“Si los tomates propiamente llegasen a tener nanopartículas de BPA, hay que analizar los granos, los vegetales, las frutas y todos los alimentos que estén disponibles en esa presentación según esta nueva técnica de evaluación que establece parámetros de nanopartículas. Con lo cual este estudio podría ser el abreboca de lo que puede ser un gran escándalo alimentario que va a obligar a revisar nuevamente los límites establecidos para esta sustancia”.
De Jongh dice que es muy temprano para asegurar que estos alimentos puedan categorizarse como nocivos, pero recomienda tomar en cuenta que los productos en envases de vidrio no presentan esta resina con BPA, por lo que se consideran mucho más seguros para el consumo. Tomates, granos, y vegetales están disponibles en tarros de vidrio, lo que pudiese ser una verdadera solución ante este riesgo que concentra la atención del mundo en este ámbito.
En el portal Consumidor Global, se menciona que el BPA, podría estar -además de en las latas de alimentos- en el material que se usa para fabricar cristales de lentes, aparatos electrodomésticos, cosméticos y tintas de impresoras.
Sin embargo, según boletín del Consejo de Salubridad General de México, podríamos concluir que aún falta mucho por hacer en América Latina, pues se señala que aunque está regulado y prohibido para biberones en Europa, Estados Unidos y Canadá, ningún otro país de nuestro continente se menciona en ese apartado.
De hecho en México, para 2019, se detectó BPA en 40% de muestras de orina de 40 mujeres embarazadas, con lo cual el debate sobre prohibirlo sigue en desarrollo. Además de que se sigue exhortando a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), ente encargado de establecer los estándares de seguridad de los productos para el consumo humano, para que lo regule aún más de lo que ya lo han hecho.
Por último, otra recomendación de la doctora De Jongh es revisar las etiquetas de los productos que adquirimos porque no solo el BPA puede representar un problema para la salud. “La industria alimentaria suele agregar sal y azúcar a los alimentos para optimizar su conservación, pero también colorantes, sabores artificiales o agentes de textura, y estos aditivos son una puerta abierta a efectos secundarios que pueden ir desde alergias hasta aumento de la permeabilidad intestinal, por lo que no se recomienda el consumo frecuente de productos enlatados”.
Con el fin de minimizar el consumo de sustancias perjudiciales, la doctora dice que hay que elegir, en principio, productos frescos, de temporada, orgánicos, y si no, podemos elegir las opciones congeladas, o las conservas en envases de vidrio, y en último caso, consumir enlatados con menor frecuencia.