“Bienvenidos a la única fiesta donde pintarse la cara es PATRIMONIO HUMANO!”, afirman en su página web los organizadores del festival de Pasto, capital del departamento de Nariño (suroeste).
El “Carnaval de Negros y Blancos” reúne cada año, del 28 de diciembre al 6 de enero, a miles de turistas y lugareños en esta región fronteriza con Ecuador, en las estribaciones de la cordillera de los Andes.
Reconocido por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad (2019), el evento se celebra desde hace más de un siglo en esta región habitada por comunidades indígenas y afrodescendientes, golpeadas por la violencia de un prolongado conflicto armado.
Pese a que casi el 10% de los 50 millones de colombianos se reconoce como negro, los pueblos afro sufren la pobreza (30%) y el racismo.
– De negro y blanco –
Las celebraciones comienzan con gigantescas batallas de agua. Luego llega la noche de las hogueras el 31 de diciembre y se creman marionetas de madera o paja.
Pero de todas las jornadas las dos últimas son las más apoteósicas. “Todos los participantes, sea cual sea su etnia, se maquillan de negro el primer día y de talco blanco el segundo para simbolizar así la igualdad y unir a todos los ciudadanos en una celebración común de la diferencia étnica y cultural”, resume la UNESCO.
El 5 de enero, “Día de Negros”, “se conmemora el día libre que tenían los esclavos para compartir y dar rienda suelta a sus desahogos lúdicos”, según la página del carnaval.
Entonces, blancos, indígenas, mujeres, hombres, niños, todo el mundo se embadurna de negro y sale a las calles a festejar.
Y luego al revés. El 6 de enero “día de la fiesta grande”, el talco blanco reina en un gigantesco desfile de siete kilómetros de largo por las calles de la ciudad, escoltado por carrozas monumentales, marionetas y comparsas variopintas.